domingo, 22 de enero de 2012

Choques

Hace poco leí un texto de Reven Sánchez titulado “síndrome del viajero eterno”. El texto me ha tocado profundamente. No obstante, intentaré darle mi interpretación personal.

Naces en un lugar, en un país, con una cultura y costumbres propias. Creces en una familia que te inculca unos valores y te marca, consciente o inconscientemente, unos objetivos en la vida. Tus amigos, que también han nacido en ese lugar, en ese país, con esa cultura y esas costumbres, tienen, quizá otros valores y otros objetivos. Ahí se produce el primer choque. No es cultural, no, pero hace que en ti nazca una voluntad de salir a conocer otros mundos, otras culturas y otros valores.

Y sales. Primero a otras ciudades dentro de “la misma cultura”. Y satisfaces temporalmente tus ansias de conocer con otros puntos de vista, otras inquietudes y, quizá, con otros valores también. Pero no basta. El viajero siempre quiere más. Una vez que has confirmado que no era cierto aquello que pregonaban tus tías de noventa años de que si cruzabas la señal con el nombre de tu ciudad tachado entrarías en un limbo de malas comidas, gentes antipáticas y otras tragedias griegas, te apetece seguir creciendo.

Después de haber conocido las diferencias dentro de tu propio país, te inclinas por la diferencia máxima: la cultura. Sí, a los viajeros nos gusta el riesgo. Al principio lo ves todo con ojos de niño que aprende de nuevo en la vida. Y los niños, ya se sabe, son como una caja vacía y aprenden rápido. Luego llega el momento –siempre llega- en que las diferencias molestan, en que te das cuenta, por ejemplo, de que al principio estaba bien hacer sólo una comida caliente al día pero que en realidad prefieres comer caliente dos veces al día, como tus padres te enseñaron. Ahí nace el choque cultural. Y por fin llega ese punto –no siempre llega, algunos se quedan por el camino- en que dudas, y en el que buscas tu hogar.

Pero tu hogar ya no es aquello que recuerdas que era tu hogar. La vida sigue para todos y todos evolucionamos. Tienes muchas ganas de volver a él y salvar por un tiempo esas diferencias. Sin embargo, llegas a tu hogar y las ganas de regresar al mundo de las diferencias se igualan a las de venir –o las superan- a los cuatro días. Porque tus valores, tus inquietudes y tus objetivos han cambiado y ya no encajan del todo con aquellos que te inculcó tu familia. Para ellos siguen siendo los mismos, en muchos casos. 

Entonces te haces la pregunta del millón: ¿Dónde está mi hogar? Sin duda, yo me quedo con la moraleja del texto que me inspiró. Hogar significa algo que da calor. Y el calor no te lo da la habitación que en algún momento llenaste con pósters de tus grupos favoritos, sino la gente que compartió contigo esos gustos, esos valores y esos objetivos. Ahí es cuando te parece imposible conseguir juntar un mínimo de personas y cosas que den sentido a ese “hogar personal". Se produce el choque de "hogares personales". Las personas que forman para ti ese hogar tienen su propia idea de "casa personal". Y es ahí cuando se produce un choque de lugares, personas, amistades, relaciones, enemistades y, sobre todo, de elecciones.

Eliges y “formas un hogar”. Si tienes suerte y los hogares coinciden en un mismo lugar, habrás ganado. Para los demás, está el teléfono, Internet y Ryanair. Pero también te dan calor. 

jueves, 24 de noviembre de 2011

Ayer, hoy. Ellas, ellos

A medida que el progreso llegaba al mundo occidental, o mejor dicho, al mundo occidental masculino, las mujeres comenzaron a tomar “conciencia de sexo” y a exigir unos derechos que hasta entonces se les habían negado. Asimismo, a esos derechos venían unidos ciertos valores y ciertas cualidades que tradicionalmente se habían asociado únicamente al género masculino. Hablamos, por ejemplo, de interés político, de su papel en el hogar o de su situación en la sociedad.

Los hombres, con mayor o menos reticencia, aceptaron esas nuevas cualidades adquiridas por las mujeres. Todo esto, siempre en términos generales, claro está. Pero el género masculino llegó tarde a coger el tren del progreso. Cuando las mujeres ya estaban plenamente independizadas, los machos “salieron del armario” y resolvieron quitarse la coraza del protector, del impasible, del duro, del que toma las decisiones difíciles. Intentaron librarse del lastre de los valores tradicionalmente asociados a su naturaleza humana. ¡Pero amigo! ¿Están dispuestas las mujeres de hoy en día –sí, esas que conquistaron hace tiempo esas cualidades “masculinas”- a aceptar que su hombre adopte cualidades “femeninas” como la sensibilidad, los cambios de ánimo, o el gusto por la moda?

Pongamos un ejemplo simple que me proporcionó un buen amigo: Si un hombre y una mujer discuten en una cafetería y la mujer rompe a llorar, la reacción general de los vecinos de mesa sería de pena, de compasión o incluso de respulsión hacia aquel macho que la ha hecho llorar. Ahora bien, ¿qué ocurriría si en lugar de la mujer fuese el hombre el que rompiese en llantos? Corríjanme si me equivoco, pero creo que la masculinidad –con todo lo que esta palabreja puede significar para un hombre en su día a día- de aquel pobre hombre se vería altamente reprobada, puede que incluso ante su propia pareja.

¿Qué busca, pues, la mujer de hoy en día? Busca un hombre sensible, que la sepa comprender, que se cuide un poco, etc. ¿O no? O, en realidad, ¿eso es sólo de boquilla, para un rato, para el principio, quizá, y luego siguen buscando en el hombre esos valores de los que muchos intentamos deshacernos? Creo que quien más, quien menos, muchas mujeres que tienen el placer de tener un hombre sensible a su lado se han planteado alguna vez si no sería todo más fácil con un hombre más sencillo, quizá incluso simple, un macho, que proteja, que tome decisiones difíciles en momentos duros.

Y, ¿qué buscan los hombres? Los hombres de hoy en día no buscan una mujer-florero, si no me equivoco. Buscan a una mujer con intereses y gustos a su altura. Con sus cualidades (las de él). ¿O no? Quizá el hombre después de todo sólo espera que la mujer alabe sus acciones, y se entregue. ¡Quién sabe!
Seguro que algunos hombres se han planteado también si una mujer-florero satisfaría mejor sus deseos.


Toda esta disertación está vista desde un punto de vista general y, quizá, incluso dramatizado. Pero allá cada uno para saber cuánto hay de verdad en estas palabras desde el suyo propio.

sábado, 21 de mayo de 2011

Sol brillará en todo el mundo



Y por fin estalló la primavera. La primavera en que el pueblo despertó de su interminable letargo. La primavera de la verdad, la justicia y el cambio, la de la verdadera democracia. La primavera en que los ciudadanos, recordando a los antiguos griegos, padres de la democracia, tomaron las ágoras para demostrar que su pasión y su temperamento no sólo sirven para beber y ver fútbol.  

Y dijeron: ¡Basta! Basta de corrupción. Basta de que la democracia se haya convertido en una biparticracia en la que dos partidos semicorruptos tenían el 50% de probabilidades y se repartían el pastel de los ciudadanos con el culo bien asentado en el trono del poder. Gritaron basta de que los intereses económicos hayan sustituido a los valores y al desarrollo personal. Basta de sobrevivir con un sueldo miserable, o con ninguno.

Y demostraron al mundo que hacía falta una renovación. Que había que volver a construir la democracia desde cero, porque lo que tenían no era democracia sino un poder corrompido por el dinero en el que los ciudadanos ya no eran lo importante.

Y se cansaron de ver televisión y empezaron a pensar por sí mismos. Y ¿cómo lo hicieron? A través del medio que mejor puede representar al pueblo y que hará posibles las revoluciones del futuro: la Red. Así entendieron por fin que habían tenido siempre ante sus propios ojos el poder más importante en una sociedad: la información. Quedó demostrado, entonces, que la información está por encima de la manipulación de gobiernos, poderes económicos o medios comprados.

Y no escogieron un lugar cualquiera para empezar la revolución. No. Sabían algo de Historia, sin duda. Sabían que desde aquella plaza circular del centro de la capital partían, como si de los rayos de un Sol se tratasen, todas las vías de comunicación del país. De esta manera, la democracia emanó verdaderamente del pueblo, se coló por las calles que nacían de la plaza y se extendió a todo el país, primero, y a todo el mundo, días más tarde, para empezar otra vez de cero.


¡Un momento, un momento! Viajé un segundo al futuro. Se me olvidaba que para viajar al futuro hay que luchar por el presente. La Historia está en tu mano. ¡Coge un bolígrafo y sal a escribirla!